Performance colectiva realizada por Guillermo Moscoso un 19 de mayo de 2010, y donde participaron las y los artistas visuales: Adriana Rabanal, Pamela Navarro, Javiera Silva, Álvaro Pereda (Alperoa) y José Agurto, partiendo desde la Plaza de la Independencia hasta situarse en el frontis de la Catedral de Concepción.. La obra colectiva tuvo un sentido conmemorativo en el marco del Candlelight, en memoria de las personas fallecidas a causa del sida.
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El estigma de los cuerpos vulnerados fue una acción que invitó al público a la reflexión en torno a la memoria y reivindicación de los derechos humanos y ciudadanos de todas aquellas personas que fallecieron y viven con VIH/sida, junto a sus familiares y amigos/as.
En esta acción está presente el alterego Áreasucia, quien viste de negro, blusa blanca, vendas de género blanca y corona de clavos en la cabeza, rostro entalcado. Todos/as los/as participantes visten de blanco, a excepción de Alperoa, el cual viste un buzo azul amarrado a la cintura con el torso desnudo y descalzo. Todxs llevan el lazo rojo de la vida, símbolo de solidaridad con los afectados por la epidemia del sida.
El artista instaló en el frontis de la Catedral un banquillo como mesa, cubierta de sábana de hospital como mantel y un paño rojo con dripping blanco; en el suelo, una sábana blanca. Sobre la mesa cada participante cuenta con un plato desechable que en su interior tiene trozos de bandera patria, la fotografía con su rostro y el código con datos personales (que hace referencia a la confidencialidad de identidad de personas VIH/sida en el sistema de salud pública), embolsada y con alfiler de gancho. Estos elementos están tapados con gelatina roja; había también vasos blancos desechables, panes, manzanas y frascos con medicamentos antirretrovirales.
La performance comenzó con los cuerpos cubiertos de bolsas negras en el sector de la pileta de la plaza. Alperoa los cargó hasta llevarlos al frontis de la catedral. Allí, tras un ritual que los sitúa en un signo positivo + al suelo, emergen y toman sus puestos en la mesa-altar, donde Moscoso prende incienso y comienzan a comer: “Repartí antirretrovirales, no todos tomaron… a medida que comíamos la jalea, aparecían trozos de la bandera, estos se iban tirando hacia adelante. En algún momento, Álvaro se levantó a prender velas y organizar la palabra Sida formada por la tapa de los platos. Comenzaron a emerger fotografías de los rostros de cada participante, estás se presentaban al público con el brazo estirado y la foto en mano diciendo a viva voz el código de cada una hasta el cansancio”.
Moscoso había convocado a un grupo de artistas de performance de Concepción. Recuerda que “ya veníamos colaborando junto a Álvaro en distintas producciones de obras, ya sea para realizar el registro o ser parte de una obra colectiva. Se venía el auge del trabajo colaborativo con él, situado también en un proyecto financiado meses más tarde. Para esta acción enviamos un comunicado a diversos medios locales. La performance tuvo un gran marco de público, de transeúntes, curiosos, amigos y conocidos”.
Según comenta Guillermo Moscoso: “Los ritos desde lo cotidiano, los que a su vez son una metáfora, nos llevan a indagar en la forma de cómo vivimos y nos relacionamos con los distintos tipos de muertes que enfrentan las personas seropositivas. Un acto para situarnos en el lugar de un ‘otro’ y así poder resignificar a quienes ya no están, a partir de la donación de nuestros rostros e identidades en la acción y, de esta forma, hacer posible que la visibilidad sea una herramienta de conmemoración en torno a la memoria”.
El VIH/sida había aparecido en Chile hace más de 25 años. Desde esa fecha, millones de personas en el mundo habían sufrido y fallecido a causa del sida. Uno de los mayores impactos y consecuencias que ha dejado la pandemia rosa desde su aparición en 1984 en Chile, ha sido el reiterado atropello a los derechos humanos y sociales de las personas que viven con VIH. En palabras del artista: “esta vejación se ha materializado desde el uso y abuso de los cuerpos como ‘objetos’ hasta la discriminación social, económica y cultural. A pesar de que han existido campañas e iniciativas de prevención del VIH/sida, la discriminación social a causa de esta epidemial, es una deuda pendiente”.
Desde hace varios años en Chile, organizaciones de la sociedad civil ligadas a las disidencias sexuales, han venido denunciando esta situación. Las presiones de los poderes fácticos como los grupos religiosos, los partidos políticos y los grupos económicos, entre otros, habían empapado la discusión y reflexión con su moral y visión conservadora, restringiendo el acceso a un debate científico, veraz, directo y democrático. “Las consecuencias de estas ‘políticas’ son evidentes: cada día, más mujeres y más jóvenes son notificados por VIH, más personas que viven con el virus desconocen su condición y más hombres y mujeres seropositivo/as son relegadas/os a la muerte social, al estigma”, enfatiza.
El estigma de los cuerpos vulnerados, performance colectiva, 2010. Registro fotográfico digital realizado por Camila Lucero, afiche digital, prensa, rostros de artistas colaboradores y master de video. Archivo personal del artista.

















