Flores para liberar el tiempo

Performance producida en el hogar del artista, ubicado en Tucapel 91, Concepción, el  13 de agosto de 2011. La acción Flores para liberar el tiempo fue un ejercicio realizado en pleno invierno, una reflexión poética sobre lo cotidiano, la nostalgia y la libertad, a modo de despedida.



La performance tiene como contexto intervenir la azotea del edificio residencial de Guillermo Moscoso, un espacio de cemento, marcado por los años e inclemencias del tiempo, altura desde donde es escenario la ciudad de Concepción. En esta performance está presente el alter ego El Ángel Indulgente, que viste de negro con falda sobre el pantalón, blusa blanca y un corazón de tela blanca relleno con pintura roja colgando del pecho, vendas blancas y corona de clavos con cono negro en la cabeza, además de guantes rojos, su rostro entalcado, portando un ramos de flores y una maleta redonda con tierra

“En una pequeña muralla como fondo, pongo una mesita con un  paño rojo, y sobre ésta una jaula de pajaritos vacía. La performance comienza con el Ángel Indulgente caminando con su maleta redonda y un ramo de flores, haciendo gestos y muecas retorcidas. El ángel llega al lugar donde está la jaula vacía, abre la maleta y saca una bolsa de tierra y la vierte sobre la jaula, y pone las flores a través de la jaula enterrándola en la tierra. Luego se arrodilla y, desde la maleta, saca una tijera y se apuñala el corazón de género y desde su interior brota pintura roja, sangre. Se levanta, abre la jaula y levanta los brazos haciendo un gesto como si las manos volaran… Luego se retira”.

Esta acción también es un hito de memoria para Guillermo Moscoso, ya que rememora la amistad que sostuvo con el fotógrafo Marko Allende durante aquel tiempo: “Fue un gran amigo que registró un par de años mi trabajo. Hablo en pasado porque la ingratitud demuestra nuevamente lo efímero de los sentires de algunos humanos… El concepto de amistad es tan frágil. Yo estaba emocionalmente disminuido, en una depresión estacionaria invernal”.

El artista realizó un texto poético sobre esta acción que reflexiona sobre los afectos y sentires que lo motivaron a su producción, realizada en su domicilio personal: “Una jaula sobre una mesa quizás representa nuestro hogar… Fue una de las últimas acciones que registraste. Ya vendrán otras… En este nuevo camino que emprendes, un propósito soñado, el de ir más allá de los límites que muchas veces nos imponemos, será sin duda una gran experiencia de vida y depende de ti ser el mejor para que perdure en el tiempo… Siento que algo se quiebra, en cada segundo de esta espera, en el instante preciso en que te vayas. Dejarse llevar por el aire, lejos muy lejos, allá donde los recuerdos se transforman en esperanza. En esta historia no hay trigales. Sin embargo, añoro los momentos y aquellos instantes en que la colaboración quedó atrapada en varias acciones que dieron vida a la historia que vengo forjando por mucho tiempo”.

“He sentido el frío bajo este sol de invierno, aquella lluvia esquiva que petrifica mis lágrimas, transformando mi corazón en una estampa y en el quiebre de la voz, un silencio atrapa la voz… Aquella alegría contenida en la libertad, en lo que simboliza una maleta y las ganas de cumplir una meta, válida este momento desde las alturas, en medio de flores, arena y tinta, como si fuera mi sangre. Es mi presencia lo único verdadero, el real sentido de la vida, al querer fervientemente unas alas que me conecten con otros lugares… Más allá de clavos, vendas y talco… Has visto mi verdadero rostro, el cariño que llevo a cuestas… en la amistad desde la diferencia”.

Flores para liberar el tiempo, performance, 2011. Registro fotográfico digital autoría de Marko Allende y boceto digitalizado. Archivo personal del artista.

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